Noches

  La luz eléctrica ha hecho que la noche en las ciudades sea menos noche de lo que siempre ha sido. Pero aún así, sigue alterando su ritmo. Ante ese paisaje intercambiable, tan parecidas en el fondo unas ciudades a otras, transcurren noches y noches: la del viaje, la de la cita, la de tomar la última, la noche de merodear...

Mercados

El mercado es una de las instituciones humanas más antiguas. El origen de esa palabra se puede rastrear hasta la raíz etrusca “merk” y de ella proceden otras como merced y mercenario, y, por supuesto, Mercurio, el dios romano del comercio y, por tanto, también de la elocuencia, la comunicación, los viajeros y las fronteras.

  Aún hoy, los mercados callejeros tienen mucho de plaza pública que cada día es puesta en pie durante unas horas. Todavía hay algo de elocuencia, mucho de viajeros y fronteras y, sobre todo, color.

 

Paseos marítimos

  Todas las playas son un finisterre: allí acaba el mundo.Y en ese borde, donde como dice J. Margarit "... huele a mar, a fritura, a jazmín, a sudor y a cloaca...", vivimos durante el verano una cercanía como no ocurre con esta intensidad en ningún otro lugar de las ciudades de la costa. Ahí aparece la ciudad destilada: mezcla, conflicto, comercio. El alboroto en miniatura de las costas, decía P. Larkin.

    Estas fotografías son el resultado de algunos paseos por ese borde.  

Los días de Berlín

  Las fotografías de esta serie son el resultado de una estancia de un mes en Berlín. Eso me ha permitido, como dice Franz Hessel en "Paseos por Berlín" (1929) "...observar esa cosa llamada Berlín, con sus cercanías y su trasiego, con lo preciso y lo feo, con lo sólido y lo inauténtico, con lo cómico y respetable que hay en ella..." Todo eso está en sus calles, pero hay algo más que tiene que ver, sin duda, con su tormentoso siglo XX.

  Veamos estas fotografías como si acabaramos de atravesar apenas las fronteras de esa ciudad.

Estación Suncrest

  Una estación y dos enormes edificios, como monolitos de la odisea inmobiliaria, separados por un pequeño parque, casi tierra de nadie, y por más de un siglo. Y alrededor, gente, gente que busca, que espera...

Barrio sin nombre

 A escasos cien metros del centro de la ciudad en la que vivo, las calles que fotografío en esta serie sufren desde hace décadas, de una manera especialmente intensa, el paso del tiempo. Las han ido vaciando el envejecimiento de unos, la desídia y el cálculo de los de siempre y la mudanza de la mayoría a otros barrios con mejores condiciones según los cánones de hoy.

  El objeto de estas fotografías, parafraseando a Georges Perec, no es exactamente el vacío, sino más bien lo que hay alrededor o dentro. Esas casas, ahora tapiadas en un número que impresiona, fueron el centro de cientos de vidas, entre ellas la mía y la de los míos. He acabado teniendo la sensación de que el espacio es tan frágil que, como el tiempo, se escapa entre los dedos.

Suburbia

 Si el urbanismo es una forma de relacionarse, el que intentan mostrar estas fotografías refleja un cambio que viene produciéndose desde hace tiempo: calles vacías que son solo lugares de tránsito mientras en el interior de las viviendas la comunidad electrónica arde. Búsqueda inducida de seguridad, especulación y repliegue hacia la intimidad. Aquí, la ciudad alcanza un límite: ya no es el lugar donde se vive en compañía de otros.

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contenidos © Guillermo Méndezcreado en Bluekea